Un viaje por las leyendas, descubrimientos arqueológicos y misterios del Drías Reciente revela cómo cataclismos antiguos moldearon civilizaciones, sugiriendo conexiones cósmicas y conocimientos ancestrales que desafían las teorías convencionales sobre el origen de la humanidad.
Nos hallamos en la encrucijada entre la historia y el misterio, inmersos en una narrativa cautivadora que desentraña el relato de civilizaciones antediluvianas, aquellas que podrían haber florecido antes de que un diluvio gigantesco arrasara nuestra tierra.
Estas antiguas culturas, veladas por el velo del tiempo, susurran llamados de sirena que prometen desvelar secretos sobre nuestros orígenes y la auténtica trama de la historia humana.
Adentrándonos en este viaje, recorremos un sendero empedrado con mitos, leyendas y enigmas arqueológicos, cada uno de ellos arrojando una pieza del rompecabezas de nuestro olvidado pasado.
En esta odisea investigativa sobre civilizaciones ancestrales, sumergimos nuestras mentes en el remoto ayer de la humanidad, un pasado eclipsado por el diluvio que asoló la tierra.
La datación radiométrica estima la edad de nuestro planeta en unos 4.500 millones de años. Expertos contemporáneos sugieren que la civilización tuvo su inicio hace unos 5.000 a 6.000 años.
El registro geológico revela patrones climáticos y cataclismos ocurridos hace aproximadamente 12.000 años. Mitos y leyendas de todas las latitudes describen una era de caos absoluto que desmoronó civilizaciones enteras: el diluvio, un cataclismo, un evento apocalíptico.
A la par de estas grandiosas fábulas, sitios antiguos como Gobekli Tepe en Turquía, la isla de Pascua en el Pacífico Sur, monumentos en Sudamérica, la meseta de Guiza y otros en Japón e India, exhiben un nivel de sofisticación y diseño que desafían la comprensión humana.
La mayoría de estos lugares sagrados albergan construcciones con piedras de más de 30 toneladas, desafiando la lógica humana.
Si la civilización emergió hace unos 5.000 a 6.000 años, ¿quién erigió estas asombrosas estructuras en un tiempo pre-diluviano, capaz de sobrevivir al fin del mundo? ¿Y qué mensaje intentaban transmitir sobre nuestra conexión cósmica aquellos seres que poblaron la tierra mucho antes de la inundación?
Recorremos el sendero científico en busca de respuestas que iluminen este misterio, pero al observar más allá de la superficie, parece que las leyes físicas fueron dominadas mucho antes de que la humanidad comenzara a comprenderlas.
La ciencia, un cuerpo vivo de información, no es estática ni fija; está destinada a ser continuamente actualizada a la luz de nuevos descubrimientos. Es crucial integrar estos hallazgos a la historia científica establecida.
Estamos escribiendo una nueva historia ahora, ya que las evidencias ya no respaldan la narrativa pasada. La antigua teoría de que la civilización comenzó hace 5.500 años ya no cuenta con suficientes pruebas.
Debemos revisar constantemente nuestra visión del pasado. Existe una continuidad en las historias que no puede ser ignorada, como la narrativa común sobre la gran inundación. Aquí es donde nuestra nueva historia cobra vida.
Cuando hablamos de tiempos pre-diluvianos, nos referimos al periodo anterior a la gran inundación, pues "diluvio" implica esa catastrófica inundación. En este punto, las antiguas narrativas coinciden: una creación de la humanidad, seguida por una enorme inundación que arrasó y una posterior repoblación de la tierra.
Los textos sumerios relatan cómo, tras una devastación masiva, los dioses se manifestaron de nuevo ante los humanos, un relato que resuena en múltiples culturas alrededor del mundo.
Profundizando en los mitos globales, emergen dos narrativas distintas sobre la inundación: una que habla del ocaso de una era oscura seguido por un cataclismo, mientras que la otra, como la narrativa bíblica del diluvio de Noé, señala una civilización previa destruida para purgar la maldad de la tierra.
En Sudamérica, la tradición de Viracocha, un constructor divino, se presenta tras una inundación global junto a un grupo de siete sabios expertos, un patrón que se repite en diferentes culturas alrededor del mundo.
A lo largo de los tiempos, en mitos y tradiciones espirituales, resuenan temas recurrentes. La idea de ciclos cíclicos de civilización, no lineales, donde tras aproximadamente 5.000 años, un ciclo llega a su fin para dar inicio a uno nuevo, pero con una continuidad de conocimiento y sabiduría.
Los Mayas, por ejemplo, dividieron un ciclo de aproximadamente 26.000 años en cinco periodos de 5.125 años, cada uno marcado por un evento significativo para la humanidad. La pregunta que persiste entre los historiadores es qué impulsa estos ciclos: ¿fenómenos cósmicos, climáticos, geológicos, o quizás una convergencia de todos?
Si consideramos el año 2012 como el fin de un ciclo largo de 5.125 años y retrocedemos unos 5.000 años, llegamos a la época tradicional en la que se cree que comenzó la civilización. No obstante, nuevos descubrimientos arqueológicos están revelando la presencia de civilizaciones mucho más antiguas.
Los ecos de estas antiguas narrativas, ya sea Platón hablando de la Atlántida o los relatos de los antiguos egipcios en el templo de Saiyis, convergen en cómo estas civilizaciones fueron diezmadas por inundaciones catastróficas, calor extremo y fuego.
No es un solo evento, sino la amalgama de múltiples cataclismos lo que desencadenó la desaparición y aniquilación de esas civilizaciones pre-diluvianas. En las antiguas estructuras megalíticas de estas culturas antediluvianas, encontramos una evidencia física contundente: la vitrificación en sus superficies. Ya sea en Egipto, Perú o Turquía, esta peculiaridad revela que el cuarzo en el interior de esos inmensos bloques de granito fue literalmente fundido por un evento de calor extremo, requiriendo temperaturas superficiales que superan los 2.000 grados.
Los investigadores y héroes de mitos épicos han dirigido sus miradas al cielo en busca de respuestas a lo sucedido en el pasado. Sin embargo, la mayoría de las tradiciones espirituales y viajes míticos nos instan a buscar respuestas dentro de nosotros mismos.
Desde principios del siglo XX, los científicos han analizado los núcleos de hielo de las regiones polares. Entre 1989 y 1995, el Proyecto de Núcleos de Hielo de Groenlandia estudió los patrones climáticos de esa área durante aproximadamente 100.000 años. En 1998, una perforación en una estación rusa en la Antártida reveló la muestra de hielo más antigua, proporcionando datos climáticos de los últimos 420.000 años. Posteriormente, en 2017, se extrajo un núcleo de hielo de aproximadamente 2.7 millones de años de antigüedad en las colinas Alem de la Antártida, ofreciendo a los geólogos una visión detallada de la naturaleza cíclica del clima y los patrones meteorológicos de la Tierra.
Los geólogos denominan a las eras pasadas y recientes como Pleistoceno y Holoceno. El Pleistoceno, que comenzó hace aproximadamente 2.8 millones de años, presenció la formación de grandes capas de hielo que cubrieron Norteamérica, Groenlandia y Europa del norte. Hace unos 11.500 años, esta era concluyó, dando paso a la actual fase, el Holoceno. Sin embargo, estos cambios de era no son abruptos; entre ellas existe un período de transición, un interfaz que se convierte en el misterio que nos ayudará a comprender el destino de esas antiguas civilizaciones.
Entre hace 12.800 y 11.600 años, durante un lapso conocido como el Drías Reciente, la Tierra experimentó un fenómeno extraordinario. Especies vegetales adaptadas a temperaturas extremadamente bajas, como la planta Drías, florecieron en Norteamérica y Europa del Norte, indicando un período de temperaturas extremadamente frías. Cuando las temperaturas comenzaron a elevarse, estas plantas desaparecieron. Al final del Pleistoceno, cuando las temperaturas alcanzaron su pico, se produjo un calentamiento repentino seguido por un enfriamiento de 5 grados en todo el hemisferio norte durante aproximadamente 1.200 años.
Existen varias teorías sobre lo que desencadenó estos cambios drásticos durante el Drías Reciente. Una de ellas es la hipótesis del cometa Globis, que sugiere que fragmentos de un gran asteroide o cometa impactaron el planeta. Otra teoría plantea un evento cataclísmico en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter.
A lo largo de la historia, numerosos astrónomos e investigadores especularon sobre un planeta previo destruido. En textos antiguos como el Enuma Elish babilónico, se describe un planeta acuoso similar a la Tierra llamado Tiamat, al que se le han atribuido diferentes nombres a lo largo de los tiempos. Si este planeta existió y fue destruido, ¿podrían algunos de sus restos haber impactado la Tierra, alterando su equilibrio?
Evidencia reciente indica múltiples impactos cósmicos en la Tierra durante ese período. Se cree que estos impactos fueron cometarios debido a la presencia de platino, un mineral escaso en la Tierra pero común en los cometas. Fragmentos de platino de la desintegración de un cometa se han hallado tanto en Sudáfrica como en Europa del Norte, incluso se descubrió un gran cráter en Groenlandia de aproximadamente la misma antigüedad.
Las teorías sobre lo que desencadenó el Drías Reciente sugieren que el impacto de un cometa, generando calor de miles de grados, provocó un deshielo rápido que enfrió las aguas del Atlántico Norte. Este cambio climático fue fundamental para el aumento drástico del nivel del mar, inundando y sumergiendo antiguas ciudades y estructuras en todo el mundo.
El océano Atlántico alberga un fenómeno asombroso conocido como la Cinta Transportadora Oceánica, un sistema que, partiendo del agua superficial en el Polo Norte, extrae y distribuye agua por todo el globo. Al considerar el misterio del Drías Reciente, lo único cierto es la dilución de agua dulce en frías corrientes atlánticas, modificando su temperatura. ¿Qué factores o combinaciones provocaron ese enfriamiento? Esa es la incógnita.
El deshielo de Norteamérica generó un imponente muro de hielo, cuyo colapso desencadenó un torrente masivo de agua fría en un corto lapso. ¿El disparador? Posiblemente el impacto de un cometa.
La mitología antigua nos revela cambios en la relación entre humanos y dioses en tiempos caóticos. Antes del diluvio, relatos globales describen una narrativa consistente en todas las culturas, pero tras la inundación, los mitos locales predominan, cambiando la perspectiva.
El consenso entre los investigadores de civilizaciones pre-diluvianas es la reconstrucción de templos sobre estructuras previas. Desde Egipto hasta Stonehenge o Dwarca, este patrón sugiere un conocimiento antiguo de ubicaciones originales, conservado incluso tras el cataclismo, invitando a reconstruir en los mismos sitios.
La era glacial concluyó hace 12 mil años, pero tras el deshielo, un gran cambio climático afectó al mundo durante aproximadamente 4.000 años. Lluvias torrenciales y sequías extremas dejaron una huella aún visible en el relieve natural y en los restos arqueológicos.
Este enigma histórico sigue desafiando a mitólogos, estudiosos y científicos. Desde la erosión que rodea la esfinge en Guiza hasta ciudades sumergidas frente a las costas de Japón e India, el agua ha moldeado civilizaciones.
Estudiar lugares pre-cataclísmicos revela que fueron construidos con un propósito más allá de nuestra comprensión actual. Deja una evidencia grabada sobre la relación entre culturas antiguas prediluvianas de todo el mundo.
Los eventos cataclísmicos y eléctricos ocurridos durante el Drías Reciente dejaron huellas en yacimientos arqueológicos como Mohen Yodaro, grabando formas de plasma. Este fenómeno fue documentado por innumerables culturas, evidenciando un conocimiento cósmico antiguo.
Las constelaciones en alineación con yacimientos arqueológicos revelan una conexión cósmica y terrestre. Estas antiguas civilizaciones entendían una relación profunda con el cosmos, más allá de lo que conocíamos en la historia moderna.
Los misteriosos megalitos en todo el mundo desafían las teorías convencionales sobre el origen de la civilización, consolidando la evidencia de un conocimiento interconectado entre culturas mucho antes del gran diluvio.
La división y el control se convirtieron en pilares de civilizaciones estructuradas post-diluvianas, olvidando la interconexión. La unificación del planeta se evidencia en la reconstrucción de mapas y en la historia de islas emergentes y antiguas sepultadas por el hielo.
El flujo del tiempo geológico y las pistas arqueológicas sugieren que, más allá del colapso de civilizaciones estructuradas, la conexión ancestral nos lleva de vuelta a nuestras raíces.