Las referencias históricas y mitológicas sobre tierras míticas como Hiperbórea y la Atlántida han perdurado a lo largo del tiempo. Heródoto, al igual que Platón con la Atlántida, mencionó la leyenda egipcia de Hiperbórea, un continente en el extremo norte. Se cuenta que cuando el hielo devastó esta tierra ancestral, sus habitantes emigraron al sur.
En el siglo XVII, el escritor sueco Olaf Rudbeck identificó a los protoatlantes con los hiperbóreos, situándolos en el Polo Norte. Los griegos consideraban que los hiperbóreos vivían más allá del viento del Norte, y se creía que su tierra era perfecta, con el sol brillando las 24 horas del día, sugiriendo una ubicación dentro del Círculo Polar Ártico.
Escritores clásicos como Píndaro y Heródoto describen este lugar como un paraíso, donde la enfermedad y la vejez no existían en sus habitantes. Hiperbórea, junto con Thule, era una de las 'terrae incognitae' para griegos y romanos, donde se decía que la gente vivía hasta los mil años y disfrutaba de una vida plena de felicidad.
Hecateo de Abdera, en el siglo IV a.C., compiló historias sobre los hiperbóreos, mencionadas también por Hesíodo y Homero. Diodoro Sículo escribió sobre una isla habitada por los hiperbóreos en el océano, al norte de la tierra de los celtas, un lugar fértil y con un clima templado.
Se creía que en Hiperbórea el sol salía y se ponía una vez al año, situándola en el Círculo Polar Ártico o en las regiones polares árticas. Apolo era el único entre los dioses del Olimpo venerado entre los hiperbóreos.
Las leyendas hablan de reyes gigantes, los Boreades, descendientes de Boreas y la ninfa Chione, que gobernaban Hiperbórea. Autores como Aelius Herodianus y Stephanus de Bizancio asociaban a los arimaspios con los hiperbóreos, indicando una conexión física entre estas figuras mitológicas.
El mito sugiere que una gran raza de soldados de otra isla (posiblemente la Atlántida) planeó conquistar Hiperbórea, pero se retiraron al darse cuenta de la fuerza y bendiciones de los hiperbóreos.
La teoría de los orígenes hiperbóreos fue abrazada por varios pensadores, incluyendo a H. P. Blavatsky, René Guénon y Julius Evola, quienes creían en una Humanidad que involucionaba a medida que se alejaba de su patria nórdica.
Estas narrativas, desde las referencias antiguas hasta las interpretaciones más contemporáneas, persisten como un misterio y una fuente de especulación sobre civilizaciones perdidas y tierras olvidadas en los confines del mundo conocido.