Geometría sagrada

En la vasta esfera de la geometría sagrada, la Flor de la Vida emana como un símbolo de poder inigualable. A lo largo de la historia, numerosas culturas han reverenciado esta figura, mientras que la ciencia moderna ha reconocido su inherente sentido fractal, conectándonos desde el microcosmos hasta el macrocosmos.

Leonardo da Vinci, un genio incansable, se vio atrapado en la enigmática red de su significado, dedicando extensas investigaciones a desentrañar su misterio y discernir el patrón de información que yace en los distintos niveles de la evolución.

Flor de la Vida

Sus meticulosos dibujos, en una danza de detalles, revelan su devoción al enigma oculto de la Flor de la Vida. Este enigmático símbolo es una construcción geométrica que trasciende el ámbito de la creación, una matriz desde la cual brotan los universos. Compuesta por diecinueve círculos diminutos entrelazados, engendra patrones radiales y métricos que se asemejan a delicadas flores. En sus proporciones, atesora los secretos de la creación en todos sus aspectos, desde lo más microscópico hasta lo más macrocósmico: cada fórmula matemática, cada ley de la física, cada armonía musical y cada forma de vida biológica se despliegan en su estructura.

No es mero adorno, sino un símbolo multidimensional que encarna los procesos expansivos en los diferentes planos de existencia, una llave maestra que desbloquea el potencial evolutivo. Las culturas ancestrales reconocían su magnificencia. Los sabios sacerdotes de diversas culturas iniciáticas sabían que la Flor de la Vida posee el don de equilibrar y armonizar la energía, tanto en el cuerpo como en el entorno, erigiéndose como un puente entre lo divino y lo terreno, propulsando nuestra evolución consciente más allá de los límites del espacio y el tiempo.

Este símbolo sagrado se puede rastrear en lugares lejanos de la Tierra. En el templo de Osiris, en Egipto, sus misteriosas espirales abrazan el alma del lugar. En Ampi, India, el Templo Dorado resplandece con la Flor de la Vida en cada paso que uno da, en uno de los santuarios más sagrados. La Ciudad Prohibida de Beijing, China, guarda bajo la garra de un león guardián una esfera tallada con la Flor de la Vida, un símbolo sagrado para una cultura que entendía su significado.

León de Fú, en la Ciudad Prohibida de Beijing, China.

Investigaciones recientes han revelado que Stonehenge, en Inglaterra, también rinde homenaje a este símbolo, con una vista aérea que revela la precisión de sus círculos concéntricos, que se asemejan a las proporciones de la Flor de la Vida.

La pregunta que surge es: ¿Cómo podemos conectarnos con la misteriosa esencia de la Flor de la Vida? Una forma inicial de explorar su profundo significado es meditar sobre ella, como si fuera un mandala. Se debe contemplar con los ojos cerrados, proyectando su imagen frente a nosotros. Esta es una de las primeras etapas del viaje consciente hacia la geometría sagrada, una puerta que se abre hacia una expansión de la conciencia que trasciende los confines del universo de las formas.