n Japón, una historia fascinante se teje alrededor de una estatua con rasgos reptilianos resguardada en el Templo Horyuji de Nara. Esta figura, peculiar en su mezcla de características humanoides y reptilianas, ha sido el centro de una trama envuelta en secretos. En el velo del año 2017, en un acto envuelto en misterio, se retiró esta estatua de la exposición pública, desapareciendo de la vista del público que visitaba el templo en Ikaruga, en la prefectura de Nara. Desde entonces, su paradero se ha perdido en el laberinto del desconocimiento.
La decisión de apartarla de los ojos curiosos del mundo se debió, al parecer, a su sorprendente apariencia reptiloide, suscitando la reflexión sobre la existencia de pruebas dispersas, ocultas por ciertos círculos, que sugieren un pasado incuestionable. Antiguas civilizaciones en Oriente Medio resguardan entre sus hallazgos arqueológicos la posibilidad de una presencia no humana en distintos momentos históricos. Ejemplos de divinidades como Quetzalcóatl o la serpiente emplumada en la mitología maya, y otras similares, no solo se limitan a esas culturas, sino que hallan eco en las narrativas del Lejano Oriente, como el Japón de la era Edo bajo el Shogun, entre 1603 y 1868.
Se sugiere que no solo hubo una presencia ancestral de razas alienígenas, sino que podrían haberse manifestado incluso en tiempos más contemporáneos. Quizás, debido al crecimiento demográfico, pequeños grupos de estas razas alienígenas se vieron compelidos a subsistir bajo el yugo del hombre de la época. Con el transcurso del tiempo, tal vez se desvanecieron, o quizás migraron hacia otros confines del planeta. ¿Podría ser que aún habiten entre nosotros, disfrazados con artificiosas apariencias humanas, manteniendo contacto con selectos grupos de la humanidad?
La desaparición de esta estatua en 2017, retirada del venerable templo japonés, evoca los misterios y silencios que ahora envuelven su existencia. Se susurra que aún permanece oculta entre las paredes del templo, aunque no hay manera de verificarlo. Esta no sería la primera vez que artefactos extraños se apartan de la mirada pública, resguardados en museos y entidades dedicadas a su protección.
Esta enigmática presencia podría insinuar una conexión con seres extraterrestres, quizás similares a las figuras esculpidas por los antiguos sumerios. En la era Edo de Japón, bajo el gobierno del Shogun, se delineaba una jerarquía que abarcaba a toda la nación. Desde el Shogun, el líder supremo, hasta los Samurái, guardianes del reino, y los agricultores que cuidaban de las cosechas, cada estrato tenía su función. Entre ellos, los "no humanos".
En la base de esta estructura jerárquica residía una raza marginada, conocida como los "no humanos", de aspecto reptiloide y habitantes de aldeas apartadas en los bosques. Expertos cazadores, su consumo de carne animal y su alejamiento de las ciudades sembraban el temor entre la población. El Shogun, buscando su utilidad, los encomendó con la fabricación de armaduras y armas. Convertidos en los ejecutores de la ley, estos seres reptilianos, desprovistos de una milicia japonesa establecida, se convirtieron en la semilla de los samuráis modernos.