En los últimos años, ha surgido una abundante evidencia que respalda la existencia de continentes antiguos y místicos, floreciendo en las brumas del tiempo. Un ejemplo notable es el continente perdido de Zelandia, el 95% de cuyas tierras descansan sumergidas en las profundidades oceánicas en la actualidad.
Zelandia, un coloso que se extendía a lo largo de aproximadamente 45 millones de kilómetros cuadrados, casi dos tercios del tamaño de Australia, yacía entre las costas de Nueva Zelanda y Nueva Caledonia.
Los sabios de la ciencia se han embarcado en la travesía de desentrañar los secretos ocultos en el abismo marino, estudiando con lupa más de 8,000 especímenes, hallando la huella de cientos de especies fosilizadas. Este hallazgo confirmaba que Zelandia, en un tiempo lejano, emergió majestuoso sobre las aguas, rebosante de vida y misterio.
Pero la inquietante historia no termina aquí; nuestros pensamientos se elevan al continente mítico de Lemuria, un enigma que, según cuentan las crónicas, se erguía en el inmenso Océano Índico. Los susurros de Lemuria empezaron a resonar en el aire a mediados del siglo XIX, cuando un abogado y zoólogo británico, Phillips Clayter, plasmó sus observaciones en un ensayo titulado "Los Lémures de Madagascar".
Clayter se percató de una notable abundancia de fósiles de lémures en Madagascar e India, una conexión inquietante que no hallaba eco en África ni en el Medio Oriente. En virtud de esta enigmática revelación, Clayter propuso que India y Madagascar estuvieron unidas en un pasado ancestral, una tierra que denominó Lemuria. Otras mentes inquisitivas se unieron al coro de voces que sugerían la existencia de tal continente, incluyendo al naturalista británico Alfred Wallace, quien en 1859 argumentó que solamente un continente sumergido podía explicar la fauna que poblaba la isla Célebes.
En 1869, el renombrado zoólogo, naturalista y biólogo marino alemán Ernst Haeckel, conocido por sus numerosas contribuciones al campo de la biología, trazó un árbol genealógico que enlazaba a todas las formas de vida y, audazmente, situó la cuna de la humanidad en Asia, África y en un continente sumido en el Océano Índico. Su teoría, que insinuaba que los primeros seres humanos descendían de primates asiáticos, fue bien acogida por la comunidad científica. Haeckel incluso cartografió el continente hipotético de Lemuria, al que simplemente llamó "paraíso", representándolo como un puente terrestre que conectaba África Centro Oriental con Filipinas.
El texto de Haeckel evoca: "Aquí se supone que la probable morada primitiva o paraíso es Lemuria, un continente tropical que en la actualidad reposa bajo las aguas del Océano Índico. La existencia de esta tierra en un tiempo prehistórico parece altamente plausible, según múltiples datos de la geografía animal y vegetal. Aunque es igualmente probable que la hipotética cuna de la humanidad esté aún más al este, en Indostán o más allá de la India, en África Oriental".
La idea de Lemuria como la última cuna de la raza humana no solo halló eco en la mente de científicos, sino también en las cámaras secretas de sociedades esotéricas. Helena Blavatsky, la ocultista y mística más destacada de finales del siglo XIX, fue conocida por sus asombrosas habilidades psíquicas. Sus poderes incluían la clarividencia, telepatía, y la capacidad de acceder a las mentes ajenas, entre otros. Blavatsky incluso resolvió casos de asesinato, proporcionando a la policía información precisa sobre los crímenes, lo cual la llevó a ser considerada sospechosa en un caso hasta que se resolvió.
En 1888, Helena Blavatsky publicó "La Doctrina Secreta", una obra que desvelaba conocimientos fascinantes sobre Lemuria. Blavatsky sostenía que Lemuria era la cuna de una de las siete razas humanas, argumentando que hace millones de años, una antigua raza humanoide coexistió con los dinosaurios. Estos seres, según ella, poseían cuatro brazos, cuatro ojos y eran hermafroditas que ponían huevos, una descripción sorprendentemente similar a algunas deidades hindúes representadas con cuatro brazos.
Aunque los occidentales a menudo desechan los antiguos textos sagrados como meros cuentos, algunas de estas leyendas extravagantes han hallado apoyo en pruebas concretas. Un ejemplo notable es la epopeya del Rey Rama y su ejército de monos humanoides, narrada en el Ramayana. Esta historia habla de la construcción de un colosal puente que unía India y Sri Lanka, un relato que durante mucho tiempo no fue tomado en serio hasta que imágenes satelitales de la NASA sugirieron que los restos de dicho puente podrían yacer sumergidos en el océano.
El texto del Ramayana incluso detalla con precisión el proceso de construcción, que involucró encuestas, planificación, ejecución y post-finalización, procedimientos fundamentales que reflejan la arquitectura moderna. La historia revela que incluso hubo un ingeniero en jefe del proyecto llamado Nala, lo que le dio al puente el nombre de "Nala Setu". La narrativa proporciona información detallada acerca de los materiales utilizados y la disposición de los árboles en el lecho del océano para crear una base sólida, sobre la cual se apilaron piedras de diferentes tamaños y se estableció una superficie nivelada.
El ejército de monos humanoides se coordinó hábilmente con cuerdas para garantizar una alineación adecuada, una técnica que se utiliza incluso en la ingeniería moderna. El Dr. Badrin Arayanan, ex director del Servicio Geológico de la India, realizó un estudio exhaustivo que confirmó la autenticidad de la historia. Diez perforaciones a lo largo del puente revelaron una capa consistente de arenisca calcárea, corales y materiales rocosos, indicando que la construcción fue obra de manos humanas.
Este antiguo puente se cree que fue creado hace unos 7,000 años, coincidiendo con la época en que el Ramayana fue escrito. Las proporciones del puente, tal como se mencionan en la epopeya, son sorprendentemente precisas: 35 kilómetros de largo y 3.5 kilómetros de ancho, una relación de 10 a 1. Los científicos que estudiaron el puente concluyeron que las rocas utilizadas en su construcción son más antiguas que la arena misma, lo que respalda la teoría de que fueron dispuestas allí mediante avanzada ingeniería.
Aún más intrigante es la idea de que una antigua raza, similar a los seres que ayudaron a Rama, pudo haber sido ancestro del Homo erectus, una especie que, aunque no poseía la sofisticación intelectual necesaria para construir tales maravillas, sí poseía la fuerza física para hacerlo. ¿Guiaron estos seres a los Homo erectus y los utilizaron como artífices de su obra?
La historia épica cuenta que, una vez terminado el puente, el Rey Rama lo cruzó con su ejército para rescatar a su esposa, quien estaba prisionera en Sri Lanka. En su regreso, Rama supuestamente voló en su vimana, un vehículo volador mencionado en los textos sagrados y que hoy en día se asemejaría a un Ovni. Si esta asombrosa construcción de los tiempos del Ramayana es real, podríamos estar mirando los vestigios de las naves voladoras llamadas Vimanas y la antigua raza de gigantes mencionada en las leyendas. La antigua cultura tamil del sur de India, considerada por algunos como la primera civilización humana, respalda estas intrigantes narrativas.
La literatura sangam, la primera conocida en India del sur, narra las peripecias de una civilización tamil avanzada que prosperó en el continente sumergido de Kumari Kandam, miles de años atrás. Los tamiles aún afirman la existencia de este mítico continente como su lugar de origen. Kumari Kandam se situaba en el Océano Pacífico e Índico, conectando África y el sur de India a través de Madagascar. El hundimiento del continente, causado por el ascenso de los niveles del mar al final de la última era de hielo, forzó a los tamiles a emigrar y mezclarse con diversos grupos, lo que dio origen a nuevas lenguas, razas y civilizaciones.
Muchos creen que no solo los tamiles, sino toda la humanidad, desciende de los habitantes de Kumari Kandam. Según sus creencias, la cultura tamil constituye la raíz de muchas otras culturas iluminadas, y el idioma tamil es una amalgama de lenguas madre de todo el mundo. Las pruebas geológicas sugieren que Lemuria y Kumari Kandam estuvieron unidos en algún momento de la era mesozoica antes de separarse debido a la elevación del nivel del agua.
La rápida crecida del mar desembocó en una inmensa inundación, una que quizás resuene en las historias de la inundación bíblica que se encuentran en todas las culturas. En Mauritius, una isla tropical, científicos hallaron fragmentos de granito que yacían en el océano al sur de India, a lo largo de una plataforma que se extendía cientos de kilómetros hacia Mauritius. En esta isla, geólogos descubrieron un circón que data de tres mil millones de años atrás, mucho antes de que la isla se formara, hace tan solo dos millones de años. Esto sugiere que el circón proviene de una tierra antigua que se hundió en el Océano Índico. Los geólogos han llamado a este continente perdido "Mauricio", pero sus hallazgos concuerdan notablemente con la teoría de Lemuria y la leyenda de Kumari Kandam.
A pesar de todos estos descubrimientos y las antiguas leyendas que resurgen, nuestro entendimiento del pasado de la Tierra sigue siendo fragmentario. Nuestro planeta es un tesoro de misterios, civilizaciones perdidas y seres avanzados que crearon maravillas arquitectónicas admiradas. Cada respuesta que encontramos da paso a nuevas incógnitas, recordándonos que la historia es una versión selectiva de eventos pasados, forjada por la memoria colectiva de la humanidad, tal como Napoleón Bonaparte alguna vez expresó.